La Ruta por Viñales

By Connected Horizons

Nuestro segundo día en Viñales lo dedicamos a conocer los puntos de interés que quedan a varios quilómetros del pueblo. Salimos temprano después de un rico desayuno, típico de las casas particulares, que incluye café, zumo de guayaba o piña, fruta -aunque escasa porque este año la mayoría de la fruta se ha echado a perder-, tortilla, pan y mantequilla. La lluvia nos da los buenos días y nos dirigimos a la plaza principal, donde los taxistas, chóferes de bus y dueños de casas particulares esperan a los turistas. ¡No será difícil descubrir cuál es la forma más eficaz/económica de dar una vuelta por los alrededores de Viñales!

Hay un bus que hace una ruta por cada uno de estos puntos a 5CUC por persona el día entero, y sale justo desde esta plaza. A punto de subir, el conductor nos avisa de que este bus pasa cada hora y media. Se tarda mucho menos en visitar algunos de los puntos de interés, y además, a causa de la lluvia, hoy circulará hasta las 13:30h (normalmente funciona hasta las 16h). Así que no nos conviene de ninguna manera, ¡no nos dará tiempo de verlo todo! Hay muchos taxistas rondando por la zona, y pensamos que aunque tengamos que pagar un poco más, es lo más inteligente. Vemos que una pareja está en las mismas y no perdemos la ocasión: les preguntamos en inglés si quieren compartir un taxi para hacer la ruta. ¡Nos dicen que sí! De esta manera, por el mismo precio que el bus, podemos verlo todo y el taxista Michel nos estará esperando cuando queramos irnos de cada lugar.

La primera parada es la Cueva del Indio (5CUC por persona). Se trata de una cueva muy grande y fácil de acceder, segura y muy bien indicada. Después de caminar unos 10 minutos, llegamos a la parte interesante de esta gruta: la barca. Una embarcación a motor nos lleva, a nosotros y a otras quince personas más (sí, este sitio está hecho sin duda para turistas) por canales naturales dentro de la misma cueva. Al salir nos está esperando Michel con una sonrisa. “¡Les dije que les gustaría!”

De camino a la segunda parada, la Cueva de San Miguel y el Palenque de los Cimarrones, aprovechamos para conocer más a la pareja que nos acompaña. Son dos israelitas de unos cincuenta años bastante divertidos, que hablan bien el inglés y comparten con nosotros su espíritu aventurero. En esta parada no bajamos ni del taxi; está lloviendo mucho y el viento tampoco ayuda. Michel nos cuenta en un perfecto inglés americano que este lugar se ha convertido en una discoteca de salsa y que se ha puesto muy de moda últimamente. Vemos desde la ventanilla la barra de bar dentro de la cueva, las mesas y taburetes de madera, y todo parece bastante cerrado. Por la noche seguro que será otra cosa. Bueno, seguimos adelante con nuestra ruta.

Volvemos a pasar por el pueblo de Viñales porque ahora nos dirigimos al oeste; allí, el Mural de la Prehistoria nos asombra. Esta parada, después de pagar 3CUC por persona por entrar en el recinto, se trata de una gran pintura mural en la parte rocosa de una montaña. Las pinturas, muy coloridas, hacen referencia a los descubrimientos prehistóricos que encontraron en estas tierras, como fósiles, caracoles, dinosaurios e incluso una familia de aborígenes. Michel nos explica que cada cuatro años repintan el mural porque con la humedad va perdiendo color. Sacamos algunas fotos -la lluvia ya ha cesado- y en quince minutos y una piña colada ya estamos de vuelta al taxi.

La última parada antes del almuerzo es el Mirador. Desde allí tenemos unas vistas espectaculares de los mogotes (los grandes montículos de piedra esparcidos por el valle) y nos deleitamos con el paisaje. Lástima de las nubes, pero aún así es fantástico. Relajados, Michel nos cuenta lo que significa para él y para Cuba la desafortunada llegada de Trump al poder de Estados Unidos, mientras a pocos metros de nosotros se llena un autobús de turistas estadounidenses. También nos explica quién fue el escritor José Martí y lo que hizo por su país, mientras nos dirige al restaurante que nos ha recomendado.

Cerca del Mirador se encuentra el restaurante “La Casa Verde”, que es mucho más barato que cualquier restaurante en el pueblo de Viñales, y con unas vistas maravillosas. Decidimos comer allí todos juntos porque después del almuerzo la pareja israelita nos ha propuesto ir juntos a la Cueva de Santo Tomás. ¡Por qué no! Michel nos lleva allí por 5CUC más por persona, y le pagamos 10CUC cada uno al guía que nos tiene que conducir hacia la cueva y explicarnos todo lo que vemos. No, no sale nada barato. Y a los israelitas les sale aún más caro cuando deciden que no van a seguir porque la ruta resulta ser bastante difícil y nada segura (no hay ni señales ni luces, sólo tenemos las pequeñas linternas que nos ha ofrecido el guía). Todo esto parece un poco al límite de la ley… Tenemos que saltar una verja para llegar a una entrada de la cueva sin señalizar, está todo lleno de barro por la lluvia y el suelo es muy resbaladizo… “Tranquilos, seguid vosotros y os esperamos fuera”, dice el hombre, preocupado por su mujer. Ella no se siente nada segura ahí dentro. En cambio nosotros, que nos gusta la adrenalina y no tenemos claustrofobia, seguimos al guía y le decimos que se apure porque también nos sabe mal dejar a la pareja allí. Ahora estamos solos los tres en la oscuridad, viendo estalactitas y estalagmitas, murciélagos colgando del techo, cangrejos dentro del agua, rocas de todos los tamaños, colores y formas, pasadizos secretos y muchísima humedad. ¡Qué experiencia!

Al volver, ya anocheciendo, Michel nos indica un restaurante nada turístico donde van los cubanos a comer. “Al menos pagaremos poco por la cena”, pensamos, “¡después de un día tan lleno de gastos!”. Pero ha valido la pena, a pesar de la lluvia. Ahora, arroz con pollo y a descansar.


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