¡Éste es el primer pueblo que visitamos de Honduras! Hemos cruzado la frontera de El Salvador por El Poy y hemos atravesado el pueblo Ocotepeque pasando por una protesta (estos días, debido a la situación política hondureña, han habido varias manifestaciones y muchas calles cortadas en varios puntos del país).
Después de cruzar caminando la pequeña protesta que cortaba la calle principal de Ocotepeque, hemos conseguido subir a un bus y ahora estamos aquí, caminando por las calles de Santa Rosa de Copán. Nos alojamos en el Hotel Escalón, un lugar muy simple pero céntrico, económico y con una bonita sala de estar en el primer piso con grandes ventanales con vistas a la ciudad. El dueño toca la guitarra y es muy simpático; recomendamos este hotel. ¡Vamos a ver qué nos espera en este municipio!
Santa Rosa de Copán es un pueblo muy seguro y sus calles tienen mucho encanto. La Plaza Central, delante de la Catedral, es un bonito lugar para relajarse y comerse un tamal en uno de los puestos de comida de la zona. Los restaurantes son bastante caros (al menos mucho más de lo que nos pensábamos) y no hay muchas opciones, pero pasear en busca del restaurante idóneo ya es una buena manera de conocer la ciudad.
El dueño del hotel nos recomienda ir hasta el Cerrito, un mirador desde el cual se puede ver toda la ciudad, así que allá vamos. Unas cuantas cuadras más tarde, cruzamos tres parques y encontramos el inicio de las escalinatas de este mirador. No hay que subir muchos escalones para llegar a la cima, y la verdad las vistas tampoco son espectaculares. A causa de la gran cantidad de árboles que hay, no se puede ver mucho de la ciudad. Pero al menos es un lugar tranquilo y alejado para pasar un rato con tranquilidad, y en la cumbre se puede ver una reproducción de una estructura maya.
No hay mucho más por hacer en Santa Rosa, a parte de ir a visitar el Mercado Santa Teresa. Así que dos días más tarde continuamos nuestra pequeña visita por Honduras dirigiéndonos a Copán Ruinas, ¡el pueblo con las mejores ruinas mayas de todo el país! Hemos conocido a dos simpáticos salvadoreños, Eduardo y Jaime, que nos llevarán hasta allí de camino a su trabajo. Qué suerte, porque la verdad es que hacer autoestop aquí es muy difícil. ¡Casi nadie para!
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