En el corazón del Valle de la Longevidad se encuentra el pequeño pueblo de Vilcabamba, una parada muy típica para aquell@s que quieren salir de Ecuador por la
poco conocida frontera de La Balsa.
Un bonito mural cerca de la plaza central
Después de nuestro viaje por la costa del Pacífico (Puerto López y la Isla de la Plata) y de una corta visita a Cuenca por segunda vez, llegó la hora de hacer nuestra última parada en Ecuador: Vilcabamba. Otr@s viajer@s nos habían hablado muy bien de este lugar, pero nuestra primera impresión no fue la mejor.
Iglesia colorida en la plaza central
De todos los lugares que visitamos en Ecuador, para nosotros este fue el menos… “ecuatoriano”, por tener un ambiente muy poco tradicional. Por primera vez en este país, al caminar por este pueblo escuchamos hablar más en inglés que en español; la gran mayoría eran europeos, canadienses y americanos.
Parque Central
Idiomas a parte, encontramos que Vilcabamba es bastante caro y a parte del parque central y los locales de su alrededor, no tiene mucho encanto. A lo largo de la cuadra que rodea el centro hay varias tiendas y hostales, pero más allá casi no hay ni luces en las calles.
Calles vacías fuera del centro
De buen principio planeamos pasar varios días aquí para hacer excursiones (caminar a las cascadas, ir al Cerro Mondongo, a Rumi Wilco…) antes de irnos a Perú, pero después de un día decidimos irnos antes y pasar los días en otro sitio. En definitiva, ¡no era el lugar para nosotros!
Mercado local en la terminal de bus
Pero no todo fue negativo. El Hostel Don German, donde pasamos las dos noches, es un lugar encantador y sus propietarios todavía más. Nuestra habitación era grande, teníamos agua caliente y un bonito balcón para sentarnos a desayunar. Además, la propietaria fue muy amable y llamó a la Compañía Nambija Bus varias veces para asegurarse de que el bus parase en Vilcabamba para recogernos y poder cruzar la frontera. Si visitas este pueblo, te recomendamos quedarte aquí (15$/habitación doble).